Enraizados en armonías triples, historias sureñas y el twang del country cósmico, Cordovas han creado su propia versión del rock americano de raíces. Una versión atemporal de un sonido que ha existido desde que pioneros como Grateful Dead o Allman Brothers desdibujaran las fronteras musicales entre el rock, el country y el folk amplificado.
Su nuevo álbum, That Santa Fe Channel (ATO Records, 2017), ha sido producido por Kenneth Pattengale de Milk Carton Kids y grabado en un granero al este de Nashville, el "Big Pink" particular del grupo. Un trabajo impregnado de los sonidos del sur de California -donde el bajista y líder de la banda Joe Firstman residió durante años- y de Todos Santos en México, donde la banda suele viajar a componer. Música americana sin fronteras.
Con apenas 20 años, Firstman firmó un contrato con Atlantic Records tras llegar a Hollywood después de recorrer todo el país como músico solista. Pese a su relativo éxito y a ejercer de telonero de estrellas de la talla de Sheryl Crow o Willie Nelson, el sello rescindió este contrato, algo que no impidió que Firstman siguiera adelante como músico mercenario de otras bandas hasta que finalmente encontró en Cordovas el vehículo para dar rienda suelta a su sentido musical. Cordovas son una banda colaborativa, un colectivo de múltiples cantantes y músicos que funciona como una inseparable familia de hermanos: el batería Graham Spillman, el teclista Sevans Henderson, los guistarristas Lucca Soria y Toby Weaver y Joe Firstman, voz y bajista. Ese sentimiento de existencia comunal queda reflejado en That Santa Fe Channel, una colección de canciones compuestas, tocadas y vividas juntos. El boogie-woogie heredado de The Band, las armonías superpuestas bajo un fondo de pedal steel y notas de blues, pianos de cantina y aires de western.
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