"¿Qué tiene de especial Bill Homans, alias Watermelon Slim, para que cada nuevo álbum sea un acontecimiento especial? Tres cosas: esa inclasificable voz que se escapa como un silbido por la zona donde antaño había una dentadura, las historias que narra en cada una de sus canciones, y el trabajo de arqueología que realiza en cuanto a su propia música basada en el blues, para nunca caer en la reiteración o el agotamiento. Hay gente buena en este negocio y luego hay músicos que conforman el grupo de "true originals", y él es uno de ellos" /Sergio Martos, Ruta 66
Watermelon Slim ha sido justo merecedor de diecisiete nominaciones a los Blues Music Awards, consiguiendo seis en 2007 y seis en 2008. Sólo tres grandes como BB King, Buddy Guy y Robert Cray habían logrado seis en un mismo año, y Watermelon es el único que lo ha conseguido en dos ocasiones. Natural de Oklahoma, este poeta de los rebeldes de voz áspera completa con Golden Boy (Dixiefrog, 2017) una docena de producciones que lo han hecho famoso a lo largo y ancho del mundo del blues.
Los diez cortes que componen el álbum están marcados por la importancia del trabajo, de las relaciones interpersonales y de la muerte como paso a un nuevo mundo, circunstancias que han acompañado las letras de Watermelon Slim durante toda su carrera. En este álbum, el bluesman norteamericano presenta su visión más satírica de la vida, cantando sobre política y en contra de la guerra; no en vano, su primer disco fue una oda antibélica grabada junto a su banda The Workers poco después de regresar de la guerra de Vietnam en 1973. Este icónico trabajo, Merry Airbrakes (St. George International), le abrió las puertas del público y la crítica especializada y le granjeó amistades de figuras como Pete Seeger, Barbara Dane o Country Joe McDonald.
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