Existe un halo romántico en los viejos supervivientes de la música norteamericana, en aquellos tipos que, incapaces de colar un éxito en las emisoras del país, pueden despertar la admiración de propios y extraños, aún capaces de radiar un asombroso carisma, mucho más difícil de conseguir que, a lo mejor, el fulgurante triunfo comercial. Compañeros de profesión y oyentes no necesitan saber si el colega en cuestión ha tenido o no sus 15 minutos de fama para reconocer que se encuentran ante alguien venerable. Malcolm Holcombe es uno de estos tipos.
Nacido en Ashville, Carolina del Norte, Holcombe es un hombre de carretera, asociado siempre al garito de turno donde despliega su country-folk aguerrido, vinculado siempre a un pequeño escenario sin mucha iluminación. En una línea similar a John Hiatt, con el que comparte esa voz errante y maravillosamente descreída, este músico es un especialista en masticar tragedias existenciales e historias de paso pero que guardan la dignidad de las viejas hazañas de los perdedores. Esto es, importa una mierda la línea recta y caer y levantarse es una constante. Al menos, la premisa sería la siguiente: nadie nos dará un golpecito en el hombro ni nos recordará pero seguimos respirando.
(...) Nunca lo ha tenido fácil en el negocio, que le ha dado la espalda. A pesar de contar con el apoyo inicial de Lucinda Williams, a quien conoció de sus primeros años en Nashville a principios de los noventa, Geffen Records rescindió su contrato. Holcombe tuvo que ir buscándose la vida y conseguir el apoyo de sellos con menos relumbrón. No era un músico de emisora ni de campañas promocionales. Demasiado crudo. Cierto. Pero afilado como el mejor de los cuchillos. En sus canciones, no había nada de medias tintas.
Como si fuera William Munny, el forajido interpretado por Clint Eastwood, en Sin perdón, este pistolero del folk polvoriento e incrédulo es un digno testimonio de que, a veces, en la vida, la línea que separa al bien del mal, al éxito del fracaso, a la redención del infierno, es extremadamente fina. Matar o morir, decían en el viejo Oeste. Y Holcombe, todavía no ha muerto. Sigue siendo un superviviente. /Fernando Navarro
(...) Con The RCA Sessions (CD más DVD) -una recopilación en dieciséis temas de toda su carrera- ha ganado premios y ha recogido el cariño de todos sus admiradores. Pero vaya recopilación, tres días en los legendarios estudios RCA Victor en Nashville grabando de nuevo estas canciones y rodeado de un equipo de lujo. Arropando al de Carolina del Norte tenemos al batería Ken Coomer (Wilco, Steve Earle, Emmylou Harris, Billy Joe Shaver), al contrabajista Dave Roe (Johnny Cash, John Mellencamp, Duane Eddy, Vince Gill, Chet Atkins), a Tammy Rogers en el violín y la mandolina (Reba McEntire, Steeldrivers, Buddy Miller) y a Jared Taylor (Emmylou Harris, John Moreland, Stony LaRue) que se hace cargo de guitarras eléctricas y acústicas, dobro y pedal steel. Si les parece poco tengan en cuenta que además suenan la armónica de Jerry Roll Johnson y las voces de Maura O’ Conell y Siobhan Maher-Kennedy (...) /Manel Celeiro (Ruta 66)
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